Después de un largo trayecto, por fin llegamos al país del Sol Naciente, con ganas de experimentar un país con tantos contrastes y tanta cultura como Japón.
La ciudad de Osaka es la primera parada y aquí ya empezamos a vivir el choque cultural, el follón abrumador de gente, rascacielos, luces de neón y de puestos de comida en la calle de las zonas de Doutonbori Street.
Doutonbori Street en Osaka al aterdecer
Otra de las primeras experiencias impactantes es, sin duda, la primera vez que cogemos el famoso tren bala (shinkansen), una de las creaciones niponas que es una buena muestra de la tecnología local: eficiente, cómoda y que cumple todas las expectativas, también la de poner en práctica el sentido del orden japonés.
Después de tanta modernidad, tenemos ganas de empezar a descubrir el lado más tradicional de Japón, y desde Hiroshima hacemos una de las visitas más especiales. En el templo Itsukujima, situado en la isla de Miyajima, su armonía con la naturaleza y el paisaje nos conecta con la parte más espiritual de la cultura nipona. Allí, además, nuestra guía Keiko nos acerca a algunos de los cultos rituales: el temizu, la ceremonia de la ablución que consiste en lavarnos las manos antes de entrar al templo para despojarnos de posibles males y contaminaciones.
Ceremonia de ablución (izquierda) y ceremonia del te (derecha)
Para seguir adentrándonos en las tradiciones japonesas, la próxima parada es Kioto, una de las ciudades donde el legado cultural se hace más visible. En el barrio viejo de Gion es donde esperamos descubrir este fascinante mundo. Con la cámara a punto, no podemos evitar sacar fotografías a diestro y siniestro de las chicas vestidas con los tradicionales kimonos de preciosos colores. Lo que ya no es tan fácil es fotografiar a las maiko o geiko, sobre todo sin maquillar, pero lo conseguimos.
Geiko sin maquillaje (izquierda) y chicas con kimono (derecha)
¿Y qué sería de la cultura nipona sin la famosa ceremonia del té? Pues nos la enseñaron paso a paso y algún miembro del grupo, como Montse, se atrevió incluso a hacerla ella misma. Cabe decir que fue muy entretenido, como también lo fue el taller de pan de oro al que asistimos y donde, aquí sí que todos, pusimos a prueba nuestras dotes artísticas elaborando cada uno de nosotros una postal con pan de oro que nos hemos llevado de recuerdo a casa.
Haciendo la postal durante el taller de artesanía con pan de oro
De camino a Tokio disfrutamos de unas preciosas vistas de los llamados Alpes Japoneses muy nevados. Ya en la metrópolis más poblada del mundo, nos esperaban dos visitas «sorpresa» con las que no contábamos y que nos encantaron: Shibuya, el cruce de calles más transitado del mundo, que recuerda un poco a la mítica Times Square de Nueva York y que nos divirtió muchísimo, y la torre de comunicaciones, cuyo diseño está inspirado en la Torre Eiffel de París. Ambas tienen en común unas vistas magníficas, aunque la de Tokio está pintada de los característicos rojo y blanco.
El concurrido cruce de Shibuya en Tokio
Vistas desde la Torre de Tokio
Son muchos los momentos y las experiencias vividas en este viaje en grupo a Japón, tan sorprendente para todos. En esta crónica hemos querido recoger algunas, pero seguro que cada uno de nosotros guardará sus propias experiencias en forma de recuerdo para siempre.