Impresionantes paisajes dominados por volcanes, cascadas, glaciares y fiordos concentrados en un territorio relativamente pequeño y poco poblado. Así es Islandia, una isla que seduce a todos los viajeros, como también nos sedujo a aquellos que decidimos descubrirla en uno de los viajes culturales en grupo de Mitic Viajes. Acompañados del profesor Lozano, que amenizaba los trayectos en autocar con sus fantásticas explicaciones sobre geología y medio ambiente, recorrimos la isla para conocer todas sus caras. Además, fuimos extremadamente afortunados de disfrutarla con sol, buen tiempo y apenas algo de lluvia, algo casi increíble.
La original zona geotérmica de Námaskard con pozos de barro en ebullición y fumarolas que desprendían un fuerte olor a sulfuro fue un buen comienzo. Pocas veces tenemos la ocasión de ver cómo la Tierra escupe gases y agua hirviendo junto al cráter inundado de color turquesa de un volcán como el Viti.
Lo sorprendente es que en pocas horas cambiamos radicalmente de paisaje para encontrarnos con el segundo mayor glaciar de toda Europa: Vatnajökull. Desde las acogedoras cabañas de madera en las que nos alojamos en esta etapa de la ruta, disfrutamos de fabulosas vistas de este inmenso glaciar. Con una superficie de 8.000 km², Vatnajökull tiene varias lenguas y una de ellas desemboca en el Jökulsárlón, una laguna glaciar, cuyas aguas del deshielo se mezclan con las del océano Atlántico. A bordo de un vehículo anfibio, navegamos entre los icebergs del Jökulsárlón. Fue una experiencia muy divertida, durante la cual la guía del barco nos enseñó un trozo de hielo, ¡que pudimos fotografiar e incluso probar!
Cruzando con el autocar el impresionante campo de lava de Eldhraun, donde descubrimos que había níquel, nos imaginábamos que así sería probablemente nuestro planeta en un principio. Y para describirlo, más vale una (o varias) fotos que mil palabras.
El cañón de Ásbyrgi, que se suma a la variedad paisajística de Islandia, nos sorprendió con sus 3,5 km de largo por 1 km de ancho, sus acantilados de hasta 100 metros de altura, su forma de herradura, y sobre todo su bosque, algo muy escaso en esta isla volcánica. Fue bonito y agradable el paseo que dimos por el cañón.
Las ciudades y pueblos islandeses son pequeños, tranquilos, están rodeados de una naturaleza sublime y suelen tener alguna peculiaridad, ya sea un edificio de arquitectura singular o un museo muy curioso. En este viaje, además de conocer Reikiavik, también visitamos el apacible y colorido pueblo pesquero de Husavik, actividad que no estaba contemplada en el programa de la ruta, como tampoco lo estaba la visita al Museo Folclórico al aire libre de Skogasáfn, que nos regaló Mitic Viajes. Aquí, antiguas granjas de turba y una colección de objetos nos devolvieron al pasado rural de Islandia. ¡Qué dura debía ser la vida allí entonces!
Todo viaje a Islandia que se precie debe incluir un baño en la fantástica Laguna Azul y nosotros no podíamos ser menos. Nos divertimos embadurnándonos con el barro de silicio de la Laguna Azul, poniéndonos mascarillas purificantes y haciéndonos fotos acuáticas, que custodiaremos como un secreto bien guardado.